miércoles, 13 de mayo de 2009

Preámbulo a las instrucciones para patear un penal regalado

Piensa en esto: cuando te regalan un penal, te regalan una voz del estadio infernal, un pedacito de tablón del viejo gasómetro, un trágico trastorno psicológico.
No te dan solamente el penal, y que lo disfrutes, y esperamos que lo metas porque te va a servir para pasar a cuartos, y otra vez bombear a un equipo chileno; no te regalan solamente el festejo con el avioncito y la palmadita de tu centrohalf. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben- una estrellita negra en tu camiseta, una pelota naranja rellena de plomo, una palomita de Poy directa en el pecho.
Te regalan, tener que bancarte a tu nueve que entró en racha y ahora se piensa que es el chapulín Romario, las declaraciones del dt rival pidiendo que ese árbitro no los dirija nunca más.
Te regalan el miedo a que el árbitro empiece a inclinar la cancha, te amoneste a los cuatro del fondo, y que sobre la hora les regale un penal a ellos, el miedo de que nunca más te cobren un penal, a lo que pueda decir Macaya cuando vea el Telebeam.
Te regalan ese penal, con la seguridad de que es el papelón más grande que te puedas imaginar, te regalan la tendencia a comparar el penal que te regalaron con otros penales regalados, de saber que tu penal es más mentira que el que le dieron a Alemania en Italia noventa y lo hizo llorar al pájaro Domizzi.
No te regalan un penal, a tu equipo lo regalan, tu equipo es el regalado para una conspiración secreta de Joao Havelange.

1 comentario:

  1. les faltó, "preludio a las".
    Me olvidaba, es magnífico; tanto, como mis recuerdos para con Christian Bassedas.

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